Los discursos de odio tienen consecuencias que matan
El discurso que estereotipa a la migración como invasora del territorio de Estados Unidos no es nuevo. Casi siempre va acompañado de la idea de que los inmigrantes son una amenaza para la población local.
No obstante, las ambiciones políticas de Donald Trump, lo llevaron a construir un discurso que centra su hilo conductor en la lucha en contra de los migrantes de habla hispana, en particular los procedentes de Latinoamérica.
Este discurso, que retoma la posición de una supuesta supremacía blanca, que ve en los migrantes una amenaza externa que los obliga a combatirlos, ha encontrado en las palabras de Trump una justicación para un sector de la población estadounidense que las acepta y le llevó a ganar la presidencia de Estados Unidos, entre otros factores, enarbolando esa bandera. La misma que permite existan grupos y personas que deenden esa ideología con alto contenido racial y que actualmente se sienten representados por Donald Trump.
No es menor que, en su diarrea discursiva, Trump y sus personeros, no se hayan cansado de calicar a los migrantes, por ejemplo, como “pandilleros”, “narcotracantes” o “criminales”, que representan una amenaza para la seguridad pública, la seguridad de sus fronteras, y a la integridad de su sistema migratorio (La Jornada, 14 de febrero 2017).
Este discurso que tan buenos resultados electorales le han producido al presidente norteamericano, ha provocado que, en las treinta principales ciudades de Estados Unidos con gran presencia hispana, hayan aumentado en 9 por ciento los crímenes de odio (Centro de Estudio Odio y del Extremismo, Universidad de California).
Aunado a los lamentables tiroteos, que hace 6 días se han hecho presente en el vecino país, iniciando en Gilroy, California; hace 4 días; en un Wallmart en Mississippi; el sábado en el Wallmart de Texas; el domingo en la madrugada en Dayton, Ohio y uno más en Chicago.
Estos hechos, suman un total de 250 en tan solo lo que va del 2019, y han signicado cegar la vida de 8,700 personas por incidentes relacionados con armas de fuego. Un dato ilustrativo: más del 47 por ciento de los hogares en Estados Unidos, posee al menos un arma de fuego.
La retórica del presidente estadounidense ha encontrado eco en ciertos sectores de la población de su país y, con ello, despierta y alimenta al monstruo de tres cabezas: el odio, la xenofobia y el racismo, al que, además coloca un arma en las manos, con su negativa a generar un control de armas.
Es tiempo de poner un alto al discurso de odio en contra de los migrantes, particularmente los mexicanos. Es tiempo de acciones, de parte del gobierno federal y de sus representaciones en Estados Unidos, que exijan una disculpa frente a cada denostación y calicativo xenofóbico de Trump.
Si le permitimos continuar, por temor a fricciones o represalias, provocaremos que cada que palabra emitida, detone una bala, que tarde o temprano podría apuntar a un connacional. Y eso no puede volver a ocurrir.
Es tiempo de hacerle ver que sus palabras tienen consecuencias mortales.