Los wixaritari, postulados para el Nobel
Como un reconocimiento al pueblo huichol, la organización internacional DPI decidió postularlo al Premio Nobel de la Paz. Consciente de que el otorgamiento del galardón depende de muchos mecanismos y de que los Estados prohibicionistas aún pesan mucho en el comité del Nobel, el presidente del DPI destaca que, no obstante, la sola postulación y el respaldo que ésta reciba en la campaña de difusión puede darle a la comunidad indígena la proyección internacional necesaria para seguir defendiendo su territorio y su cultura.
El pueblo huichol será postulado como candidato a recibir el premio Nobel de la Paz en 2018 para honrar su respeto a la tierra, sus tradiciones y el uso de sustancias psicotrópicas como el peyote con fines pacíficos y rituales.
La nación de los wixaritari vive acorralada en el norte de Jalisco, en los límites con Zacatecas y Nayarit, y sus tierras comunales teóricamente abarcan 191 mil hectáreas de la Sierra Madre Occidental.
El holandés Adrian Bronkhorst, presidente del Instituto Paz de Drogas (DPI, por sus siglas en inglés), señala en entrevista que la ancestral comunidad indígena, con aproximadamente 20 mil integrantes en territorio jalisciense, ha sido agraviada por siglos y actualmente la acosan mineras extranjeras que explotan las riquezas del subsuelo, sobre todo los yacimientos de plata.
Entre 2008 y 2009 la comunidad fue afectada por el proyecto de la carretera Bolaños-Huejuquilla, impulsado por la administración del panista Emilio González Márquez. Esos trabajos dañaron sitios ceremoniales y afectaron al entorno natural que los wixaritari siempre han protegido.
Por eso, la comunidad será postulada por la organización civil DPI, con sede en Holanda, para el Premio Nobel de la Paz de 2018.
Adrián Bronkhorst, presidente de ese organismo, informa a Proceso Jalisco que su agrupación inició desde los primeros días de este año una campaña para la nominación del pueblo wixaritari al Nobel de la Paz.
En las instalaciones de Proceso Jalisco, Bronkhorst precisa que DPI busca otorgar sus candidaturas a personas o grupos étnicos que promuevan el respeto a la tierra y la identidad de los pueblos. En el caso de la comunidad huichola, explica:
“Decidimos promover al premio Nobel de la Paz a personas u organizaciones que han contribuido excepcionalmente en promover de manera pacífica el consumo de sustancias sicoactivas prohibidas. Con este motivo nos complace proponer para su nominación en el año 2018 a pacifistas de las drogas de América-Latina y Europa, y en esa visión se decide incluir a los indígenas wixaritari de México y los Cannabis Social Clubs de España.
“Estos grupos de usuarios de peyote y cannabis han contribuido significativamente al debate sobre el uso responsable de estas sustancias enteogénicas o curativas. Los defensores del peyote en la tradición huichola o del uso la mariguana en otras regiones del mundo, respectivamente, son grupos que sufren represión y bien podrán beneficiarse del apoyo que existe para su causa.”
A partir de estos puntos en común, el activista detalla: “Los dos candidatos son víctimas de la violación del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión y el derecho a la salud. Ellos han protestado por esta violación de manera resuelta, inteligente y sociable.
“La nominación pretende reconocer el modo original y ejemplar que los candidatos han desarrollado para poder vivir dignamente el encuentro enteogénico, lo que merece nuestra estima y alabanza. La candidatura wixárika será a nombre del Consejo Regional Wixárika, el órgano ejecutivo de su gobierno.”
Agrega que los Cannabis Social Clubs y los Wixaritari forman parte de la historia de movimientos populares determinados a dar sentido a la vida por medio de sustancias sicoactivas.
“Ambos se ven orillados a defenderse contra fuerzas opositoras de control social y económico de su cultura y tradiciones, a pesar del paso de cinco siglos de persecución religiosa los wixaritari”, comenta Bronkhorst.
Como ejemplo de la presión económica, puntualiza:
“Los huicholes hace poco ganaron el derecho a la libre expresión de su religión, pero ahora se ven obligados a combatir la minería, la agroindustria y la industria de descarga tóxica, que amenazan con aniquilar su cultura entera, borrando su historia y sus tradiciones de la faz de la tierra con excavadoras y acabando con el aspecto sagrado del uso del peyote en esa comunidad o desapareciendo la planta de su hábitat natural, en el desierto de Chihuahua o en otras zonas semiáridas.”
Y compara esta situación con la criminalización del consumo de mariguana: “Los CSC y los huicholes se ven en una situación igual de amenaza porque existe una tendencia a normar las asociaciones canábicas y se está desarrollando una estrategia gubernamental de exterminio por medio de enjuiciamientos, multas y penas de prisión. A finales de 2015 la Corte Superior de España obligó a la Pannagh a cerrar sus puertas. En este momento la asociación está esperando su apelación ante la Corte Constitucional de España”.
Proyección internacional
El presidente del DPI destaca que los wixaritari y los CSC, cada uno en su propio entorno cultural, utilizan la cantidad suficiente de la planta de su elección para satisfacer la demanda de sus miembros sin recurrir al mercado negro creado por la prohibición de los Estados hacia la mariguana y el peyote.
“Los wixaritari participan de una ‘caza’ anual de peyote en la parte sudoriental del desierto de Chihuahua, mientras los CSC organizan el cultivo, la distribución y el consumo del cannabis en sus propios terrenos y locales. Ninguno de estos grupos opera con ánimo de lucro y así crean un ambiente libre de intereses económicos o políticos, ajenos al bienestar de sus miembros, quienes buscan reconectar con la soberanía espiritual que cada ser humano es capaz de encontrar en sí mismo.”
Bronkhorst admite que las personas o grupos sociales que el instituto postula al Nobel de la Paz difícilmente pueden ser galardonados sólo por ese hecho:
“Normalmente el proceso de nominación para el Premio Nobel es un asunto de discreción que llama la atención pública una vez que el reconocimiento ha sido otorgado. En el actual ambiente prohibicionista internacional y el consiguiente prejuicio hacia todas las sustancias prohibidas, la posibilidad de nuestros candidatos a ser laureados es muy reducida.”
Sin embargo, en su carta de intención a los candidatos, el DPI recalca que la sola nominación pública, confirmada por un mínimo de 100 personalidades, calificadas por el mismo instituto que concede el premio para apreciar los esfuerzos de paz, realza la dignidad de los nominados y provee una plataforma para su causa, ya sea ante el comité Nobel de Oslo o frente a la opinión pública. Por eso, señala:
“Gracias a la estatura conferida y la responsabilidad que conlleva, una campaña de nominación puede ser muy valiosa para que la opinión pública vea la causa de un ángulo más positivo. De este modo el mismo proceso de nominación se vuelve el enfoque de la campaña y de los medios de comunicación. Para la campaña de 2018 hemos fijado los primeros nueve meses de 2017 para la preparación hasta finales de septiembre, y cuatro meses para la recolección de las nominaciones, hasta el 31 de enero de 2018.”
Bronkhorst dice que en 1994 el DPI presentó como candidato al Premio Nobel de la Paz al boliviano Evo Morales Alvarado, entonces líder campesino, quien a pesar de no haber ganado logró llamar la atención internacional sobre la cultura de las comunidades indígenas de su país, incluyendo el tradicional uso de la planta de coca.
Años después, en 2005, Morales triunfó en las elecciones presidenciales de Bolivia con más de 54% de los votos y fue reelecto en 2009, con 64% de los sufragios.
Otro latinoamericano promovido por el DPI fue el extupamaro José Mujica, quien llegó a la presidencia de Uruguay en marzo de 2010 y durante su administración promovió la despenalización del uso de las drogas, como una forma de restarle poder a la delincuencia organizada y ampliar las libertades individuales.
En el documento del DPI se informa que la nominación al Nobel de la Paz del pueblo huichol será parte de una campaña que “pretende contribuir a la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas 2019, al considerar el consumo tradicional de ambos productos, y por extensión de todas las sustancias ontogénicas, en su contexto histórico a través del reconocimiento formal de este uso tradicional por parte de la ONU. Con ello esperamos fomentar el respeto para esta tradición entre un público más allá de los lugares donde se consumen”.
Después de la presentación de las candidaturas al Comité Nobel el 31 de enero de 2018, el DPI organizará las dos peticiones para el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos.
La primera se dirigirá a la UNESCO, con una petición para que se inscriba la caza del peyote en su Registro de Mejores Prácticas de Salvaguardia. La segunda petición se dirigirá al secretario General de la ONU a fin de que promueva que se declare el consumo histórico de la cannabis como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.