18 Febrero 2020
Fátima
Autor:
Martha Tagle
Una vez más la indignación inunda los medios, redes sociales y pronunciamientos de servidores públicos, ante la confirmación del hallazgo del cuerpo sin vida de Fátima, una niña de 7 años, encontrado con evidencias de abuso sexual y tortura, después de 5 días de haber desaparecido fuera de su escuela en la Ciudad de México. Autoridades presentan videos y ofrecen una recompensa para quien aporte información para dar con los responsables del asesinato. Como siempre, parece una reacción tardía ante la brutalidad del hecho, y cabe preguntarnos si se hizo lo suficiente para no conformarnos ahora con condenar el atroz feminicidio.
Fátima significa "única", desafortunadamente, en México no es ni parece que vaya a ser el último feminicidio. Hace apenas un par de años lamentábamos el caso de Valeria, de once años de edad, asesinada por el conductor de un transporte público en el Estado de México. Ni qué decir de la brutalidad con la que fue asesinada Ingrid Escamilla, de 25 años, a manos de su pareja sentimental, en su domicilio y que fue expuesta públicamente.
Al de Fátima, Ingrid y Valeria se suman los feminicidios de Arlet, Evelyn, Nancy, Graciela y Gatziella, Gaby, Yesica Celene, Jimena Paola, Berenice, Mar, y de otras 3,820 mujeres asesinadas en 2019. Acorde a datos recabados por María Salguero en el mapa del Feminicidio, hubo un incremento de 6 por ciento con respecto al 2018. Este mapa aporta datos de lugares con mayor incidencia de feminicidios y las circunstancias en las que ocurren. Documenta si hubo amenazas, relaciones sentimentales o de subordinación, secuestro, tortura, abuso sexual; si los cuerpos fueron expuestos, consigna la impunidad en la que se encuentran los casos, si fueron encontrados los responsables o si estos salieron libres ante la deficiencia en las investigaciones. En suma, podría ser una herramienta de mucha utilidad si tan sólo entendiéramos la dimensión de la emergencia.
Es fundamental entender la emergencia en la que nos coloca el aumento de la violencia feminicida para detenerla, esto implica: actuar con sentido de urgencia e identificar que el feminicidio es una forma de violencia extrema.
Actuar con sentido de urgencia implica pensar qué pasaría si tuviéramos 10 muertes diarias en México por influenza o coronavirus, todos los protocolos se activarían, autoridades, ciudadanía, medios de comunicación, sector privado, todos se movilizarían para hacer cada quien lo que le correspondiera para evitar los riesgos de la epidemia. Bueno, pues con el feminicidio debe ser igual. Cuando se reporta una desaparición, particularmente de una menor, se requiere una actuación inmediata, pues se sabe, que de ello depende la localización con vida de una persona que ha sido sustraída.
Entender las circunstancias del feminicidio implica darnos cuenta que en el caso de Ingrid, su pareja ya había sido denunciado por violencia familiar, y no hubo seguimiento; que personas sustraídas en transporte público han denunciado acoso sexual; que alrededor de y en las escuelas y universidades se han denunciado situaciones de riesgo que no han sido atendidas; que hubo denuncias de amenazas que fueron subestimadas; que dejamos de invertir públicamente en refugios para víctimas; que la implementación de medidas cautelares es deficiente. Los tipos y modalidades de la violencia de género contra las mujeres deben atenderse, prevenirse y sancionarse con un enfoque integral, y todas y todos tenemos algo que hacer para detenerla.